¿Por qué debemos participar en la comunión?
La última comida de Jesús con sus discípulos tuvo lugar durante la celebración de la Pascua. Dándoles pan, dijo: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo». Luego, ofreciendo vino de una copa compartida, les dijo: «Bebed de él todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados» (Mateo 26:26-28). Los creyentes de hoy en día observan la cena del señor como un símbolo de limpieza, consagración y comunión.
La sangre de Jesús nos limpia de pecado. Comenzando con Adán y Eva, Dios requirió un sacrificio de sangre para cubrir las transgresiones (Génesis 3:21; Levítico 17:11). Pero esto era sólo una solución temporal, ya que la siguiente ofensa requería otro sacrificio. Jesús era la respuesta permanente de Dios al problema: Él tomó sobre sí todo el pecado – pasado, presente y futuro – y murió para pagar la pena completa.
Cuando un creyente recibe la salvación, es consagrado – o apartado para el Señor. Su pecado es perdonado, y recibe la vida eterna así como el Espíritu Santo que mora en él. Pero si a veces olvida que pertenece al Señor, puede ceder a la tentación. El pan y la copa proporcionan una oportunidad de recordar lo que el Padre espera de sus hijos y renovar el compromiso de obedecer.
La Cena del Señor es también un tiempo para estar en comunión . Estamos conectados no sólo con el Señor que nos salvó sino también con los creyentes del pasado y del presente. Entre los miembros de la familia de Dios, encontramos consuelo y apoyo, como lo hicieron los discípulos y la iglesia primitiva.
La Cena del Señor es un buen momento para detenerse y recordar lo que Jesús nos ha dado. Participen solemnemente y con gratitud.
Tomado de « La Copa y el Pacto » de In Touch Ministries (usado con permiso).
Publicado originalmente el 02 de agosto de 2010.