¿Qué pueden enseñarnos los sabios?
No se sabe quiénes eran estos sabios. Sus nombres y su lugar de residencia están igualmente alejados de nosotros. Sólo se nos dice que vinieron «del Este».
Mateo 2:1-12 nos muestra que puede haber verdaderos siervos de Dios en lugares donde no deberíamos esperar encontrarlos. El Señor Jesús tiene muchos «escondidos» como estos sabios. La gracia de Dios no está atada a lugares y familias. El Espíritu Santo puede llevar las almas a Cristo sin la ayuda de muchos medios externos. Los hombres pueden nacer en lugares oscuros de la tierra, como estos sabios, y aún así ser hechos «sabios para la salvación».
Estos versos nos enseñan que no siempre son los que tienen más privilegios religiosos los que dan más honor a Cristo. Podríamos haber pensado que los escribas y fariseos habrían sido los primeros en llegar a Belén, ante el más ligero rumor de que el Salvador había nacido. Pero no fue así. Unos pocos desconocidos de una tierra lejana fueron los primeros, excepto los pastores mencionados por Lucas, en alegrarse por su nacimiento.
Estos versos nos enseñan, que puede haber conocimiento de la Escritura en la cabeza, mientras que no hay gracia en el corazón. Noten cómo el rey Herodes envía a preguntar a los sacerdotes y ancianos «dónde nacerá el Cristo». Fijaos también en la respuesta tan rápida que le devuelven, y en el conocimiento de la letra de la Escritura que muestran. Pero nunca fueron a Belén a buscar al Salvador que vendría.
La conducta de los sabios descrita en este capítulo es un espléndido ejemplo de diligencia espiritual. ¡Qué problemas les debe haber costado viajar desde sus casas hasta el lugar donde nació jesús! ¡Cuántas millas cansadas deben haber recorrido!
Sería bueno para todos los cristianos profesos si estuvieran más dispuestos a seguir el ejemplo de los sabios. ¿Dónde está nuestra abnegación? ¿Qué dolores tenemos en nuestras almas? ¿Qué diligencia mostramos para seguir a Cristo? ¿Qué nos cuesta nuestra religión? Estas son preguntas serias. Merecen una seria consideración.
Por último, pero no menos importante, la conducta de los sabios es un ejemplo sorprendente de fe. Creyeron en Cristo cuando nunca lo habían visto, pero eso no fue todo. Creyeron en él cuando los escribas y fariseos no creían, pero eso no era todo. Creyeron en Él cuando lo vieron como un pequeño bebé en el regazo de María, y lo adoraron como un rey.