¿No te preocupa?
Se hizo una encuesta en la que se preguntó a los americanos qué es lo que más les preocupa. La respuesta número uno fue: «Mi apariencia».
Pueden perder su casa. Pueden perder los ahorros de toda la vida. Pueden ser eliminados de la tierra en una explosión nuclear. Pero la verdadera preocupación es: «¿Cómo me veo con este traje?» Las cosas no cambian mucho. Hace dos mil años, Jesús dijo, «Así que no se preocupen por estas cosas, diciendo, ¿Qué vamos a comer? ¿Qué beberemos? ¿Qué nos pondremos?. Estas cosas dominan los pensamientos de los incrédulos, pero vuestro Padre celestial ya conoce todas vuestras necesidades» (Mateo 6:31-32). Avancemos rápidamente hasta hoy, y la preocupación número uno es el exterior.
¿Qué es lo que más te preocupa? ¿Qué es lo que te causa más estrés? En el sermón de la montaña, Jesús nos dice por qué no debemos preocuparnos y qué debemos hacer en su lugar. Luego concluye con esta declaración: «Buscad el Reino de Dios sobre todas las cosas, y vivid con rectitud, y él os dará todo lo que necesitéis» (Mateo 6:33).
Lo que aprendemos de Jesús sobre la ansiedad y la preocupación es que el seguidor de Jesucristo no debe estar lleno de ansiedad. Esto no significa que un cristiano no deba preocuparse por necesidades como la comida o la ropa. Sí, necesitamos preocuparnos por ellas. Sí, tenemos que pensar en un techo sobre nuestras cabezas y ropa en nuestras espaldas y comida en nuestros estómagos. De hecho, la Biblia contiene muchas advertencias acerca de ahorrar nuestro dinero, invertir sabiamente y trabajar duro para vivir. Jesús no está diciendo que nunca debamos pensar en estas cosas. Más bien, está diciendo que no debemos obsesionarnos o preocuparnos por ellas.
La preocupación no vacía hoy de su dolor; vacía mañana de su fuerza.