¿Me quieres?
Varias preguntas vienen a la mente mientras leemos este pasaje (Juan 21:15-17):
¿Por qué Jesús le preguntó tres veces a Pedro: «¿Me amas?» Porque Pedro lo negó tres veces.
¿Por qué hizo esto públicamente? Porque Pedro lo negó públicamente. Los otros discípulos necesitaban escuchar a Pedro declarar abiertamente su amor por Cristo. Sin escuchar esas palabras, las dudas perdurarían para siempre.
El hombre que había sido tan jactancioso, tan seguro de sí mismo, tan confiado en su propio coraje, ahora está completamente humillado. La primera pregunta de Jesús – » ¿Me amas más que estos? » (Juan 21:15) – fue un sutil recordatorio de su anterior jactancia de ser más leal que los otros discípulos (Mateo 26:33). En su respuesta, Pedro declara su amor por Cristo, pero se niega a compararse con nadie más. A pesar de lo doloroso que fue esto, era absolutamente necesario. Jesús está limpiando la herida para que pueda ser curada adecuadamente. Se deshace de la culpa y la vergüenza de Pedro al tratarla abiertamente.
Considere lo que Cristo no hace. No trata de hacer que Pedro se sienta culpable. No humilla públicamente. No le pregunta: «¿Lamentas lo que hiciste?» No le hace prometer que lo hará mejor. Sólo hace una pregunta: «¿Me amas?»
Cuando Cristo hace la pregunta por tercera vez, el corazón de Pedro se aflige y dice: «Señor, tú lo sabes todo. » (Juan 21:17). Con esas palabras Pedro renuncia a toda su confianza en sí mismo. En esa fatídica noche en el Cenáculo, pensó que se conocía a sí mismo pero no lo hizo. Ahora no está tan seguro. Ni siquiera confía en su propio corazón, sino que confía en el Señor que todo lo sabe. Este es un poderoso paso adelante en el crecimiento cristiano. Es un gran avance para llegar al lugar donde se puede decir con convicción, «Mi confianza es sólo en el Señor». A veces tenemos que tocar fondo y golpear fuerte antes de poder decir esas palabras.
Sin duda, Pedro amaba a Jesús más después de su caída que antes. Nadie ama así a quien ha experimentado la gracia de Dios de primera mano.