¿Jesús predijo su resurrección?
Jesús habló abiertamente sobre lo que le sucedería: la crucificción y luego la resurrección de los muertos. «Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas y sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y que sea muerto, y que después de tres días resucite» (Marcos 8:31; véase también Mateo 17:22; Lucas 9:22). Los que consideran increíble la resurrección de Cristo probablemente dirán que Jesús fue engañado o (más probablemente) que la iglesia primitiva puso estas declaraciones en su boca para hacerle enseñar la falsedad que ellos mismos concibieron.
Pero aquellos que leen los Evangelios y llegan a la considerada convicción de que quien habla tan convincentemente a través de estos testigos no es producto de una imaginación insensata, no estarán satisfechos con este esfuerzo de explicar el propio testimonio de Jesús sobre su resurrección de entre los muertos.
Esto es especialmente cierto en vista del hecho de que las palabras que predicen la resurrección no son sólo las simples y directas palabras citadas anteriormente, sino también las muy oblicuas e indirectas palabras que es mucho menos probable que sean la simple invención de los discípulos engañados. Por ejemplo, dos testigos distintos dan testimonio de dos maneras muy diferentes de la declaración de Jesús durante su vida de que si sus enemigos destruían el templo (de su cuerpo), lo volvería a construir en tres días (Juan 2:19; Marcos 14:58; cf. Mateo 26:61).
También habló alusivamente de la «señal de Jonás»: tres días en el corazón de la tierra (Mateo 12:39; Mateo 16:4). Y lo insinuó de nuevo en Mateo 21:42 – «La misma piedra que los constructores rechazaron se ha convertido en la cabeza del ángulo». Además de su propio testimonio de la resurrección venidera, sus acusadores dijeron que esto era parte de la afirmación de Jesús:
«Señor, recordamos cómo ese impostor dijo, cuando aún vivía, después de tres días resucitaré» (Mateo 27:63).
Nuestra primera evidencia de la resurrección, por lo tanto, es que el propio Jesús habló de ella. La amplitud y la naturaleza de los dichos hacen improbable que una iglesia engañada los haya inventado. Y el carácter del propio Jesús, revelado en estos testigos, no ha sido juzgado por la mayoría de la gente como un lunático o un engañador.