¿Cómo es Jesús nuestro sustituto?
En la cruz, Dios trató a Jesús como si hubiera cometido todos los pecados de toda persona que creyera. ¿Lo has entendido? Dios lo trató como si hubiera cometido, personalmente, cada pecado cometido por cada persona que creyera, aunque el hecho es que no cometió ninguno. Esa es la gran doctrina de la sustitución. Y ese es el primer lado de la imputación.
Dios le imputó nuestros pecados. No era culpable de ninguno de ellos. Dios lo trató como si los hubiera cometido todos. Y descargó su furia por todos los pecados de todas las personas que creyeran en Él en la historia del mundo. Él descargó toda su furia contra todos sus pecados en Cristo.
Tomando prestado el lenguaje de Levítico 16, Jesús se convirtió en el «chivo expiatorio». El chivo expiatorio no era culpable de nada. Pero el Sumo Sacerdote, por así decirlo, puso todos los pecados del pueblo en el chivo expiatorio y lo despidió. Estaba sin pecado. Pero el pecado fue acreditado a su cuenta como si lo hubiera cometido personalmente y luego Dios lo castigó aunque el hecho es que nunca cometió ninguno. Eso es imputación.
¿Alguna vez te has preguntado: «Cuando Jesús vino al mundo, ¿por qué tuvo que vivir todos esos años?» Si estuviera planeando el plan de redención le habría hecho bajar el viernes, morir, levantarse el domingo y volver al cielo el lunes. ¿Por qué 30 años? ¿Por qué 30 años de silencio?
Jesús vivió una vida plena fue para poder vivir una vida plena y justa. Para que pudiera vivir una vida completa absolutamente sin pecado, absolutamente perfecta, para que esa vida perfecta pudiera ser acreditada en su cuenta. Ese es el reverso de la imputación. En la cruz, Dios trató a Jesús como si viviera tu vida para poder tratarte como si vivieras su vida. Ese es el Evangelio. Eso es la sustitución.