El legalismo no tiene lugar en tu vida
«¡Qué diablos!», Gritó un amigo mío, «¡Uy, perdón Stuart», dijo cuando me vio en el fondo. Si usamos el razonamiento deductivo (intenso), probablemente podamos adivinar cuál de las malas palabras populares de cuatro letras que usó. Ayer estaba en el campo de tiro en una competencia de tiro. Digamos que no es una atmósfera cristiana serena y mansa. Por el contrario, es un lugar donde se reúnen extractores de gatillo profesionales jacked, alimentados con maíz, alimentados con testosterona, que disparan fuego, como SWAT, militares, policías, contratistas militares y todo lo demás. Ah, y un estudiante universitario cristiano que cree que puede disparar.
Es un lugar bastante único para encontrar un cristiano, pero me encanta cada segundo. Muchos tipos no creen en Dios, y eso está bien. Todavía soy amigo de esos tipos y tenemos un respeto mutuo. No les predico, solo hago lo mejor que puedo para ser su amigo, y trato de ser un buen ejemplo de un hombre cristiano. Sin embargo, todos los meses parece que un chico o dos se disculpan por insultarme, como si los estuviera juzgando o si me están ofendiendo. Pero, realmente, ¿quién puede culparlos? En algún momento, un cristiano que ejerce una buena dosis de legalismo puede haberlos reprendido o ofendido por su lenguaje.
Jesús no nos llama a juzgar a los demás, solo Dios tiene el derecho de hacerlo. Jesús nos llama a amar a los demás, no juzgar, y construir relaciones con ellos. En Juan 8: 6-9, los fariseos están a punto de apedrear a una mujer por la ley del Antiguo Testamento, por cometer adulterio. Jesús pregunta a los fariseos “¿Quién de ustedes está sin pecado? Que sea el primero en lanzar una piedra. Ninguno de ellos arrojó una piedra, y Jesús le dijo a la mujer que no la condenaría, y luego le dijo que se fuera a vivir sin pecado.
Jesús vino y destruyó la ley del Antiguo Testamento (Gálatas 3: 23-25). Los cristianos, por doctrina, no están en el negocio de juzgar, sino de dar gracia (como Dios nos ha dado gracia) y de ser amigos de quienes nos rodean. Para aquellos que pueden estar luchando con jurar, acepten que Jesús vino a darles gracia, tal como Él nos da gracia al resto de nosotros. Todo lo que Jesús nos pide es que nos acerquemos a él, y al hacerlo, estaremos menos inclinados a maldecir. La presencia de Dios se volverá tan omnipresente en su vida, que el deseo de pecar se desvanecerá.
Hoy, recordemos que no estamos llamados a juzgar. Estamos llamados a amar, mostrar gracia y compasión. Si estás luchando con un pecado, no te golpees, y úsalo como un recordatorio para orar o pasar más tiempo con Dios. ¡Que tengas un buen lunes!